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Actividad del volcán de Pacaya. Foto: Edwin Bercián

Dormir con el enemigo: cómo viven los vecinos del volcán Pacaya

El coloso ha incrementado su actividad en los últimos días y ha generado la expulsión de ceniza y arena, que se dispersa en comunidades aledañas.

Las noches en el poblado de El Rodeo permanecen iluminadas por una especie de antorcha, a 2 mil 552 metros de altura. Es la lava que expulsa el volcán Pacaya en Guatemala, que luego baja como un río ardiente por sus faldas.

“Uno no se espera lo que el volcán pueda hacer en la noche y uno tal vez pueda estar muy dormido o estar muy cansado, la verdad sí es muy peligroso”, dice Berni Peralta, de 24 años y habitante de El Rodeo, un pueblo al pie del volcán, ubicado a unos 50 km al suroeste de Ciudad de Guatemala.

El Pacaya humea permanentemente, como fumador compulsivo. De vez en cuando se escuchan explosiones que estremecen las casas de los habitantes de esta aldea. Una tenue lluvia de cenizas cae con frecuencia y cubre calles, autos y las cabezas de los transeúntes.

“Es muy peligroso vivir cerca del volcán”, que es uno de los más activos de la treintena que existen en Guatemala, admite Berni. Desde hace semanas el coloso también lanza residuos incandescentes que ponen en peligro a la población.

Sin miedo

Víctor Cruz tiene 65 años y reposa en la entrada de su casa junto a su perro. El techo de láminas de zinc de su vivienda sufre diariamente el azote de las cenizas del Pacaya, y su familia debe limpiarlo para que no ceda.

Diariamente barren la entrada de la casa, porque se llena de polvo grisáceo.

“Hay muchas personas que se asustan, pero nosotros ya estamos acostumbrados a la vida que tenemos. Es parte de la naturaleza. Pero nuestro señor San Vicente Mártir siempre nos ha protegido”, asevera, en alusión al patrono de ese municipio, al que le prenden velas pidiendo por su protección.

De madrugada, dice, muchas veces, cuando los despierta una explosión, se levantan a observar cómo el cielo se ilumina con el brillo de la lava. Y luego, cómo el material incandescente sale disparado.

“Es como cuando uno tira un poco de tizones (palos a medio quemar), así se veían las piedras que caían”, detalla.

Víctor recuerda que el 27 de mayo del 2010, el Pacaya registró una potente erupción que causó la muerte de un periodista de televisión mientras cubría la noticia. Además provocó daños en cultivos.

Junto al Pacaya, en Guatemala también están activos los volcanes de Fuego y Santiaguito. El país tiene una treintena de volcanes, parte del Arco Volcánico Centroamericano, que integra el Cinturón de Fuego del Pacífico.

Ceniza del volcán Pacaya

El Rodeo y El Patrocinio son las aldeas más afectadas por la caída de ceniza y arena que lanza el volcán, en el municipio de San Vicente Pacaya, de casi 18 mil habitantes.

Pedro Morales, representante de la Coordinadora para la Reducción de Desastres (Conred) del departamento de Escuintla, a donde pertenece San Vicente Pacaya, aseguró que están dando seguimiento a la fase eruptiva porque “ha iniciado una actividad con picos altos”.

“Desde hace tres meses ha presentado una actividad bastante fuerte” y lanza “arena fina y gruesa que atemorizó bastante a esta comunidad de San José El Rodeo”, aseguró.

Por el momento no se han realizado evacuaciones, pero tienen listos varios salones comunales para albergar gente si es necesario.

Las partículas que lanza el macizo puede llegar incluso a una distancia de 100 km desde donde se ubica.

La vida que Dios nos dio

“Cayó mucha arena. Con mi familia estábamos pensando en salir (evacuar), pero luego se calmó un poco y decidimos otra vez quedarnos. La gente se mantiene siempre en alerta, algunos no van a trabajar porque el volcán no avisa cuando va a hacer erupción”, agrega Peralta.

San Vicente Pacaya se dedica especialmente a la agricultura, como el cultivo de aguacate y café, este último uno de los productos de exportación junto al banano. Cuando la ceniza les cae, “los quema mucho”, detalla.

“La verdad es que es muy peligroso vivir aquí, pero aquí nacimos y tenemos tierra para cultivar. Es la vida que Dios nos dio”, dice por su parte el vecino Kevin Salazar.

* Con información de la agencia de noticias AFP.

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