No estuvo Messi. Pero dio igual. Los argentinos y los españoles disfrutaron con Isco. Y también con Asensio. Hay futbolistas que son patrimonio del fútbol mundial. Y la dupla, término argentino que introdujo Fernando Redondo en España, es hoy de Isco y Marco Asensio.
Mucha gente pagó la entrada para ver a Messi. Y se encontró con la magia de Iniesta, ya consagrado, y con el perfume emergente de Isco y Asensio.
Julen Lopetegui les dio libertad de movimientos desde las bandas. Asensio fue un martillo para Tagliafico. Isco, un incordio para Bustos.
No es sencillo cambiar la sala de máquinas en una selección de un Mundial a otro. España, sin Xabi Alonso ni Xavi, sujeta sus pivotes en Thiago y en Koke. Más tácticos, con menos creación, más atentos, con más perfil y Busquets, dando la batuta y el protagonismo a Isco y Asensio, con la compañía De Diego Costa arriba.
Un volcán Costa que siente la Roja y se deja la vida con la selección como si hubiera nacido en Arcentales, la calle que rodea al Metropolitano.
Isco fue un festival. Salió a hombros por la puerta grande. Lopetegui le brindó un cambio para el recuerdo. Todo el estadio puesto en para reconocer el baño que dio el jugador malagueño a Argentina. Fue un amistoso grande, sin puntos pero que da empaque antes de ir al Mundial.
Todos las alternativas le salen a España. Iago Aspas funciona. Lee el juego interior de cine. Se enchufa con todos los buenos. Es un grande. La diferencia de calidad de plantillas fue sideral. Higuaín no la vio. Y Sampaoli sabe que está en manos de Messi. Los palos que dieron en el segundo tiempo fueron de equipo menor. Nunca hubo tanta diferencia entre dos países cercanos y futboleros. EFE.