¿Qué es lo que hice mal? Parecía que teníamos una química perfecta, no pasábamos menos de cinco minutos sin escribirnos y cada mensaje estaba acompañado de un emoticón espontáneo. Nos contábamos todo nuestro día, él sabía cuando estaba a punto de quedarme dormida con sólo leerme y yo podía identificar si él había tenido una mala mañana. No tuvimos ninguna cita en forma, pero nos llegamos a conocer muy bien (o eso creí). Él dijo que estaba seguro de querer salir conmigo –yo también lo estaba– pero todo terminó de un momento a otro. Ahora él tiene 10 mensajes de voz, 15 notificaciones de WhatsApp y algunos inbox en Facebook, pero en ninguna red social obtuve una respuesta.
Las posibilidades de que todo haya sido una mentira son altas; jamás sabré si en verdad era soltero, si yo era la única con la que él ligaba de forma online o si en realidad le interesaba conocerme y no sólo intercambiar palabras y algunas fotografías. Después de todo, detrás de una pantalla podemos ser lo que deseemos sin importar si se trata de una farsa.
Las decepciones que todos los días se llevan decenas de mujeres inteligentes, hermosas y admirables a partir del desencanto en línea no son una coincidencia. Tener varios pretendientes con los que conversan a través de varias redes sociales y no concretar nada con ninguno no es mala suerte, sino parte del síndrome de Tinderella. Este curioso y desconocido fenómeno lleva ese nombre para hacer mención a la aplicación predilecta de las solteras en búsqueda de su próximo compañero de vida: Tinder.
La aplicación para ligar lanzada en el 2012 es la herramienta geo social con la que muchas han logrado más citas en un mes de besos a lo largo de su juventud. La parte negativa de esta sencilla, accesible e inmediata forma de hacer match con alguien más, es precisamente la facilidad con la que ambas partes logran encontrar a su “pareja perfecta” a través de un perfil de características adornadas y algunas fotografías retocadas.
Coquetear con uno o varios chicos por medio de las redes sociales o apps para ligar no garantiza el comienzo de una relación exitosa. Al contrario, hacer uso constante o desmedido de estas herramientas digitales sólo confirma el pavor que una mujer le tiene a conocer a una persona de manera real y, por lo tanto, comprueba su miedo a comprometerse e involucrar sentimientos más allá de un gadget. Así lo aseguraron Jenny Stallard y Emma Kenny, psicólogas y columnistas.
¿Cómo saber si padeces el síndrome de Tinderella?
-Te desenvuelves a la perfección a través de las palabras en un mensaje, sabes perfectamente qué contestar y qué no para enamorar al otro a través de las letras. Sin embargo, cuando asistes a una reunión o sales a cualquier lugar te es difícil conocer y aproximarte a un extraño. El contacto directo (cara a cara) te estresa y atemoriza.
-El interés que un chico te despierta se convierte rápidamente en una obsesión (lo único que te importa es cuántos segundos tarda en responderte todo lo que le envías). Después de algunos días tu interés va disminuyendo, lo que te causaba emoción al principio se vuelve tedioso después y entonces decides buscar una nueva conquista en línea.
-Cuando logras concretar un encuentro con alguno de tus ligues por Internet no sabes cómo manejar la ansiedad. Tus inseguridades comienzan a resurgir y al final –la mayoría de las veces– decides cancelar el plan con cualquier pretexto.
-Una vez que logras salir con alguna de tus citas te es imposible desenvolverte igual que lo haces a través de cualquier aplicación. Piensas que no te ves tan bien como en tu foto de perfil, crees que no eres graciosa como sueles serlo en tus mensajes y aseguras que él ha perdido todo el interés en ti (sea o no sea verdad).
La paradoja del síndrome de Tinderella
El síndrome de Tinderella plantea una paradoja interesante, pero sobre todo preocupante. Las aplicaciones y –en general– la tecnología, sugieren facilitarnos la vida; no obstante, en lugar de que apps como Tinder sirvan como un apoyo o una plataforma para agrandar el círculo social y así conocer gente real, éstas se han vuelto la causa de una disgregación social y una irrefutable soledad.