La ruandesa Odoratte Mukarushema vio la llegada de la peste hace un año. Cuando se puso a fumigar en el campo por culpa del cogollero del maíz ya era demasiado tarde, pero ahora tiene más medios para plantarle cara.
Mukarushema se temió lo peor después de que le empezaran a llegar mensajes del gobierno advirtiendo de la aparición de una destructiva plaga, identificada en África por primera vez en 2016.
En su pequeña finca las plantas estaban agujereadas, por lo que su primera reacción fue llamar a un agrónomo que le confirmó sus sospechas: el gusano cogollero del maíz había infestado sus cultivos.
Ante el desconcierto inicial, pues nunca antes había visto de cerca una peste, “lo primero que hice fue pedir pesticidas”, una opción que en la vida había usado, explica a Efe en los alrededores de Busasamana, una aldea ubicada en el sur de Ruanda.