El nuevo presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel hereda un país muy diferente al que hace 10 años recibió Raúl Castro de su hermano Fidel, pero con el denominador común de los problemas económicos, el mal endémico de un país empeñado en cambiar lo justo para perpetuar su sistema socialista.
Acelerar la aplicación de las “reformas raulistas”, la controlada apertura económica que ha sido prioridad del mandatario saliente, es el primer reto al que deberá hacer frente la nueva cúpula de la isla, dentro de un proceso sobre el que la dirigencia cubana ha recalcado un claro mensaje de continuismo.
Y es que en Cuba no se está planteando una transición política, sino simplemente un relevo generacional en la cúpula de la Revolución.