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Asia, el origen de los “soñadores” de Estados Unidos

La primera “soñadora” de EE.UU. se apellida Lee, tiene origen coreano, y su historia conmovió profundamente hace 17 años al senador demócrata Dick Durbin, empeñado ahora más que nunca en hallar una solución para los miles de jóvenes indocumentados que permanecen entre las sombras.

Nacida en Brasil, indocumentada y de padres coreanos, Tereza Lee era una niña prodigio: había aprendido a tocar sola el piano, con horas de práctica y hasta había tocado como solista con la Orquesta Sinfónica de Chicago, uno de los conjuntos sinfónicos más importantes del mundo.

Admitida ya en algunas de las escuelas de música más prestigiosas del país, pero tenía un problema: sus padres la habían traído a EE.UU. de forma irregular con solo 2 años, era indocumentada y temía ser descubierta por las autoridades migratorias.

Entonces, Durbin recibió la llamada de Ann Monaco, una profesora de una importante escuela musical de Chicago, la mayor ciudad del estado de Illinois, que el demócrata representa en el Senado.

Gracias al apoyo de Durbin, Lee cumplió su sueño y estudió en la Escuela de Música de Manhattan y, en 2009, debutó en la sala de conciertos Carnegie Hall en Nueva York.

El legislador presentó en 2001 ante el Congreso el “Dream Act” (Ley del Sueño), la primera iniciativa que planteaba abrir la puerta del país a los “soñadores” y otorgarles la ciudadanía de Estados Unidos, aunque nunca prosperó.

“Soñadores” es desde entonces el término con el que se conoce a los jóvenes indocumentados que llegaron al país como niños, de los que algunos se acogieron a la Acción Diferida (DACA), programa aprobado en 2012 y que protegía al colectivo de la deportación.

En septiembre, el presidente Donald Trump canceló el estatus que amparaba a 690.000 personas; ahora, la solución para los “soñadores” sigue pendiente en el Congreso, que debe debatir una solución para este colectivo esta semana que empieza.

El “sueño” de Lee simboliza una realidad que legisladores y grupos de presión olvidan con frecuencia: no todos los “soñadores” tienen origen latinoamericano y, de hecho, unos 130.000 nacieron en diferentes países de Asia, según estimaciones de Nakasec, un grupo que defiende a los inmigrantes asiáticos.

El Instituto de Política Migratoria, un centro de pensamiento en Washington, estima que 1,3 millones de jóvenes indocumentados podrían haberse beneficiado de DACA.

En concreto, 48.000 habían nacido en Corea del Sur, 25.000 en China, 18.000 en Filipinas, 16.000 procedían de India y 9.000 lo hicieron desde Vietnam, entre otros países.

Jie Zong, analista política del Instituto de Política Migratoria, aseguró a Efe que la mayoría de los asiáticos que deciden emigrar a Estados Unidos lo hacen para mejorar económicamente, pero otros como los nacionales de China también buscan asilo político.

Según Zong, la mayoría elige viajar por vía aérea con permiso temporal que acaban por infringir al quedarse en EE.UU. más tiempo de lo permitido, mientras que otros viajan en barco con grupos de contrabando y algunos llegan a México para cruzar a través de la frontera común con Estados Unidos.

La experta señaló que los “soñadores” asiáticos “en general, son menos organizados y ruidosos a la hora de defender los aspectos relacionados con ‘el sueño’ -la permanencia en EE.UU.-“.

Park es el apellido que une a Maro y Christine, dos surcoreanos separados por los más de 4.000 kilómetros que hay entre Virginia y California.

Maro Park no tuvo “ninguna oportunidad” de trabajar legalmente cuando salió del instituto y tuvo que recurrir a labores pagadas en negro hasta que en 2012 se aprobó la regulación de los “soñadores”.

“Antes de graduarme mi vida era bastante triste sabiendo que no iba a poder ir a la Facultad en condiciones, un golpe moral tremendo”, narró a Efe el joven, que antes tuvo que emigrar a Japón huyendo de la crisis financiera de Corea del Sur.

Ahora, él ha perdido su DACA tras la cancelación del Gobierno y, con ello, el estatus que le permitió buscar un trabajo formal y poder conducir, algo “esencial” para su vida laboral.

“No sé cómo sería mi vida sin DACA. Creo que sería destruida, todo lo que he construido con mis amigos y mi familia se iría. Quizá tendría que volver a Corea, un país del que no sé nada (…). Es desesperanzador”, explicó a Efe por su lado Christine Park, que también se vio empujada a EE.UU. por las dificultades económicas.

Según el centro Pew Research, la inmigración asiática fue la que más creció entre los grandes grupos en Estados Unidos entre el año 2000 y 2015, pasando de los 11,9 millones a 20,4, un 72 % más.

Con información de la agencia EFE

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