Estados Unidos anunció que reduce su ayuda militar a las unidades y agentes del Ejército de Birmania implicados en la violencia contra la minoría musulmana rohinyá, que desde agosto ha provocado un éxodo masivo a Bangladés.
“Manifestamos nuestra profunda preocupación por los recientes acontecimientos en el estado de Rakáin y los violentos y traumáticos abusos que los rohinyás y otras comunidades han sufrido”, dijo en un comunicado la portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert.
“Es imperativo que cualquier individuo o entidad responsable de estas atrocidades (…) rinda cuentas”, agregó.
Entre las medidas adoptadas están la suspensión del trámite para aprobar gastos de viaje a altos mandos militares y la anulación de todas las invitaciones a jefes de las fuerzas de seguridad para acudir a eventos patrocinados por Estados Unidos.
Washington también se plantea “medidas económicas contra individuos relacionados con estas atrocidades”.
En un mensaje en Facebook, el jefe del Ejército birmano, el general Min Aung Hlaing, denunció este martes “las declaraciones tendenciosas y las acusaciones contra Birmania y sus fuerzas de seguridad”, calificándolas de “completamente falsas”.
Hasta ahora ya existía un embargo total sobre la venta de armamento a Birmania y restricciones en la colaboración del Ejército estadounidense con el local.
El secretario de Estado, Rex Tillerson, ya afirmó la semana pasada que los altos mandos del Ejército birmano son “responsables” de la crisis y reiteró su apoyo al gobierno de Aung San Suu Kyi, que comparte el poder con los militares.
Más de 600.000 rohinyás han huido a Bangladés desde que estallaron los disturbios, desatando una crisis humanitaria.
Las autoridades birmanas afirman que sus operaciones contra los rohinyás fueron una respuesta a ataques de rebeldes de esta minoría musulmana, considerada una de las más perseguidas del mundo en un país marcado por el fuerte nacionalismo budista que defiende una retórica antimusulmana.
La ONU denuncia sin embargo una limpieza étnica.
Los rohinyás son tratados como extranjeros en Birmania, donde el 90% de la población es de confesión budista. Están considerados como apátridas aunque algunas familias viven en ese país desde hace generaciones.