Hapilon, de 51 años, un yihadista que figura en la lista estadounidense de los “terroristas más buscados”, murió en una ofensiva militar para poner fin a cuatro meses de ocupación por su grupo de algunos barrios de Marawi, informó el ministro de Defensa filipino, Delfin Lorenzana.
El presidente Rodrigo Duterte, así como los analistas, presentan a Hapilon como el “emir” del EI en el sureste asiático y el principal impulsor del grupo yihadista para instaurar un “califato” en esta región.
Las tropas filipinas “lograron dar con Isnilon Hapilon y Omar Maute. Ambos murieron”, declaró a la prensa el ministro Lorenzana.
Los dos yihadistas unieron sus fuerzas y organizaron la ofensiva contra Marawi, iniciada el 23 de mayo luego del intento de las autoridades para capturar a Hapilon. Los yihadistas sembraron luego el caos en la ciudad, la mayor localidad musulmana en este país católico.
Washington había prometido una recompensa de cinco millones de dólares por Hapilon, al que presentaba como un comandante superior de Abu Sayyaf.
Este grupo, considerado por Estados Unidos como una “organización terrorista extranjera”, juró fidelidad al EI, así como el grupo creado por Omar Maute y su hermano Abdulá.
Según Lorenzana, Hapilon y Omar Maute murieron al alba en una última ofensiva de las fuerzas filipinas.
El ministro añadió que llevarían a cabo un análisis de ADN, debido a las recompensas ofrecidas por los gobiernos de Estados Unidos y Filipinas.
“Este desarrollo significa que el incidente en Marawi está casi terminado. Podríamos anunciar el fin de las hostilidades en uno o dos días”, agregó.
No es la primera vez que Manila anuncia el fin inminente de los combates pero, esta vez, la situación debería realmente normalizarse, estiman los observadores.
Desde el 23 de mayo, más de 1.000 personas murieron y 400.000 habitantes tuvieron que huir.
Duterte había decretado la ley marcial en la región de Mindanao, es decir el tercio sur de Filipinas.
Los yihadistas resistieron a una campaña continua de bombardeos aéreos apoyada por Estados Unidos, y a combates terrestres que dejaron gran parte de la ciudad en ruinas.
El mes pasado, responsables de Defensa habían declarado que otros jefes islamistas murieron en los combates de Marawi.
Lorenzana declaró, no obstante, que el malasio Mahmud Ahmad sigue prófugo. Lo presentó como un “puente” entre el EI y los grupos yihadistas locales.
Una rebelión separatista musulmana opera desde hace décadas en Mindanao. Los enfrentamientos han dejado hasta ahora unos 120.000 muertos y numerosos habitantes deben vivir bajo el yugo de señores de la guerra corruptos.
Los principales movimientos rebeldes musulmanes negocian la paz con el gobierno, pero surgieron grupos extremistas como Abu Sayyaf, especializado en secuestros.
Hapilon estaba acusado de haber secuestrado en 2001 a tres estadounidenses, de los cuales dos fueron asesinados.
Se encontraba establecido en la isla de Basilan, pero las autoridades anunciaron en enero que se había incorporado al cuartel general de los hermanos Maute en la provincia de Lanao del Sur, a 300 km al este, para forjar una alianza y establecer una presencia del EI.
Marawi es la capital de Lanao del Sur.
Para el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas filipinas, Eduardo Año, la muerte de Hapilon y de Maute sella el fin de los grupos extremistas.
“Esto quiere decir que su centro de gravedad se derrumbó”, declaró.
