El jefe del Estado filipino habló públicamente poco después de que las tropas gubernamentales hubieran tomado un punto estratégico de Marawi, permitiéndoles un mejor acceso a las zonas tomadas por los yihadistas que prometieron lealtad al EI.
“Estamos en la última etapa”, declaró el presidente filipino en Manila, la capital de este país de mayoría católica, situada a unos 800 km al norte de la zona de combate.
El 23 de mayo, los islamistas con la bandera negra del EI saquearon algunos barrios de Marawi. Como respuesta, Duterte decretó la ley marcial en la región de Mindanao, el tercio sur del archipiélago.
Según el ejército, los enfrentamientos dejaron más de 800 muertos. Los combates, que comprenden una campaña de bombardeos aéreos, apoyada por Estados Unidos, destruyeron una buena parte de Marawi.
Según Duterte y algunos expertos en seguridad, el objetivo de los combatientes era establecer una base para el EI en el Sureste Asiático.
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El presidente, sin embargo, advirtió este miércoles que incluso con la batalla de Marawi terminada, los yihadistas podrían lanzar otros ataques en otras partes, en particular en el sur de Filipinas, donde vive la minoría musulmana del país.
Las regiones del sur de Filipinas sufren desde hace tiempo los ataques de grupos armados musulmanes, guerrillas separatistas o malhechores, de los cuales algunos se tornaron hacia el EI.
De acuerdo con Duterte, otras ciudades con gran población de musulmanes, como su ciudad de origen, Davao, están amenazadas. También afirmó que la capital Manila podría ser un objetivo.
Unas horas antes de su declaración, los soldados filipinos controlaron el punto de Mapandi, una vía vital de abastecimiento en Marawi, y que previamente estaba bajo la amenaza de francotiradores y granadas.
Según el portavoz del ejército, Restituto Padilla, sólo 40 combatientes se encuentran todavía atrincherados en la ciudad, en una zona de alrededor medio kilómetro cuadrado, pero donde aún pueden esconderse en numerosos edificios.
Los combatientes lograron hasta ahora resistir a los asaltos del ejército y los bombardeos refugiándose en túneles y búnkeres.
Todavía contarían con rehenes, entre ellos un cura católico.