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La violencia de Rio más allá de los traficantes: el silencioso auge de las milicias

¿Quieren librarse de los traficantes? La propuesta sonaba interesante hacia el 2000 en Rio de Janeiro. Las favelas vivían aterrorizadas y sus habitantes vieron con buenos ojos esa “protección” ofrecida por expolicías y agentes corruptos… aunque acabaría saliendo muy cara, como demostró el asesinato de Marielle Franco.

Las milicias parapoliciales nacieron, teóricamente, como enemigas del enemigo número uno de Rio, bajo la connivencia de autoridades que las consideraron un mal menor.

Y sin hacer mucho ruido, se fueron expandiendo hasta dominar buena parte de la ciudad a base de extorsiones, venta ilegal de servicios básicos y también de disputas armadas ejercidas, hoy incluso, junto a narcotraficantes.

Con representantes infiltrados en alcaldías, la Cámara Municipal y hasta el Parlamento estatal, el temor que generan las poderosas milicias es tan grande que apenas aparecen en los periódicos brasileños.

Pero su figura fantasmagórica salió a la luz estos días al ser acusadas de estar detrás del asesinato de la concejal Marielle Franco.

Activista negra de la favela y firme crítica de la violencia policial, Marielle participó en una comisión parlamentaria (CPI) que en 2008 se atrevió a desenmascarar y castigar las hasta entonces intocables milicias.

Fue su mentor político, el diputado estatal Marcelo Freixo, quien presidió esa comisión y quien, desde entonces, vive con guardaespaldas por las constantes amenazas de muerte.

“La CPI de las milicias no fue una broma (…) Lo que hicieron con Marielle muestra que es muy serio lo que estamos viviendo en Rio”, dijo Freixo.

– Una máquina de hacer dinero –

Sin detenidos aún por este crimen profesional que conmocionó dentro y fuera de Brasil, la ejecución de Marielle reabrió una caja de pandora.

¿De dónde salieron las milicias?, ¿Cómo operan? y, sobre todo, ¿por qué crecieron tanto?

Las milicias surgieron hace unos 20 años ante el abandono gubernamental de muchas barriadas de Rio, demostrando también la corrupción enquistada en sus mal pagados y violentos cuerpos policiales.

Son consideradas herederas de los “escuadrones de la muerte” que en la dictadura militar (1964-85) eran contratados por comerciantes o caciques políticos para “limpiar” la violenta periferia de bandidos o adversarios incómodos, explica a la AFP José Cláudio Souza Alves, experto de la Universidad Federal Rural de Rio.

Las milicias están formadas por agentes y exagentes de seguridad del estado, como policías militares, policías civiles, bomberos, agentes penitenciarios y hasta militares, que usaron un “discurso moral, de limpieza de los traficantes de droga” para empezar a cobrar “tasas de seguridad”, dice a la AFP la socióloga Thais Duarte, coautora de “Discretamente: la evolución de las milicias en Rio de Janeiro (2008-2011)”.

A diferencia de los traficantes, las milicias tienen un fuerte “enraizamiento en el aparato estatal” y se aprovechan de su “gran conocimiento sobre las acciones de seguridad pública” para ir expandiéndose por el territorio -si hace falta a golpe de balas- y controlar servicios públicos como la distribución del gas, internet, la televisión por cable o las redes de transporte local, que cobran a precios abusivos.

Una milicia puede facturar más de 7 millones de dólares mensuales en apenas un barrio del oeste de Rio, su principal bastión.

Funcionan como una especie de mafia y, como muchos de sus miembros son agentes en activo, frenan las denuncias ciudadanas y dificultan las investigaciones.

“Los traficantes entran en los estereotipos considerados socialmente negativos, siendo normalmente negros de las favelas, mientras que los milicianos suelen tener más condiciones económicas, son blancos, más viejos, y eso hace que tengan una legitimidad”, afirma Duarte.

– El combate a las milicias –

Ese poderoso brazo económico se combinó con una proyección en la política municipal y estatal, que les dio protección y expansión.

“Las milicias venden votaciones en áreas enteras. Ofrecen un control militarizado para el candidato que compre esos votos para que no toque sus intereses”, explica José Cláudio Souza Alves.

Y no solo eso: “ellos mismos incluso se han animado a concurrir en las campañas y, una vez electos, pasan a controlar todo”.

Sus disputas de poder se reflejaron en la sangrienta campaña de 2016, cuando una quincena de candidatos a alcaldes y concejales fueron asesinados, incluido el presidente de la escuela de samba Portela, conocido como ‘Falcón’.

Si bien la “Liga de la Justicia” es la mayor y domina barrios enteros, las milicias están atomizadas por casi todo Rio y se caracterizan por su bajo perfil.

Pero en mayo de 2008 hubo un punto de inflexión.

Con el secuestro y tortura de un equipo de periodistas de “O Dia”, el ministerio público, la policía de investigación y la propia CPI empezaron a poner el foco en ellas y a detener a algunos de sus líderes, aunque poco cambió.

Desde el asesinato de Marielle, las fuerzas de seguridad empezaron a hacer también una serie de operativos mediáticos y polémicos contra las milicias. El último, en una fiesta con cerca de 150 detenidos, de los cuales solo una veintena tenían vínculos con esas mafias.

Hoy los cariocas se preguntan: ¿Cómo van a librarse de las milicias?

“La única forma de combatirlas es atacando su poder económico”, asegura Souza.

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